Transformaciones del campesinado paraguayo: similares carencias, distintas respuestas

28Mar09
Campesinos paraguayos (Fotografía: Intermon - Oxfam)

Campesinos paraguayos (Fotografía: Intermon - Oxfam)

Por Gladys Casaccia (gladyscasa@gmail.com)

              
El análisis de la reconfiguración territorial del país posibilita el ingreso a lecturas y reflexiones sobre las transformaciones del campesinado paraguayo. Es conocido que en la segunda mitad del siglo XX el Paraguay resultaba el más rural de los países de la región, situación que, en términos comparativos, no variará hasta la actualidad (1). Por otra parte, la distribución poblacional doméstica en éste período muestra que la población habita de modo creciente en áreas denominadas urbanas (2).  En este proceso ¿Cuál ha sido la trayectoria del campesinado?, ¿Cuál es su distribución actual? y ¿Cuáles los factores que aportan explicaciones a su situación en los últimos años? Son interrogantes que pueden ser abordadas desde el estudio de las dinámicas territoriales de alcance nacional, posibilidad que remite a grandes líneas y esquemas como es nuestro próposito básico en este breve trabajo, lo que no discute la capacidad de la perspectiva para tratamientos particulares de carácter regional o local.  En efecto, como define Gimenez “El término ‘“territorio’ (del latín “terra”) remite a cualquier extensión de la superficie terrestre habitada por grupos humanos y delimitada (o delimitable) en diferentes escalas: local, municipal, regional, nacional o supranacional.  Se trata del espacio estructurado y objetivo estudiado por la geografía física y representado (o representable) cartográficamente”, a la vez, “está lejos de  lejos de ser un espacio ‘virgen’,  indiferenciado y ‘neutral’ que sólo sirve de escenario para la acción social o de ‘contenedor’ de la vida social y cultural.  Se trata siempre de un espacio valorizado sea instrumentalmente (v.g. bajo  el aspecto ecológico, económico o geopolítico), sea culturalmente (bajo el ángulo simbólico-expresivo)” (Giménez, 1996:10). Indican otros autores que “el territorio es la porción de superficie terrestre, apropiada por un grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales” e igualmente que “El territorio o espacio humanizado es siempre modificado, ordenado y administrado por sus actores, además de constituir a la vez una noción jurídica, social, cultural y hasta afectiva (Merenne- Schoumaker, 2002)” (3).

El citado comportamiento poblacional en el país va asociado, como ha sido observado en diversos estudios, al fenómeno que se denomina “descomposición campesina”. Se llama así al “proceso de la pérdida de la capacidad de generar un volumen de producción equivalente al fondo  de  consumo familiar,  al  fondo de  reposición  de  insumos  y  de  medios de producción -pérdida progresiva de las posibilidades de sostenimiento de la unidad familiar con recursos propios-“ (Palau, Heikel, 1987). Este proceso comprende la minifundización, limitando la doble condición de producción y subsistencia, propias de la unidad doméstica campesina.  El concepto manejado de población campesina, “en descomposición”, refiere entonces a los pequeños productores que aún poseen tierra como también a quienes ya no disponen de ella y realizan cultivos en tierra prestada y/o venden temporalmente su fuerza de trabajo en otros establecimientos.

Territorio y población campesina, o campesinado, son pues el espacio “humanizado” y el sujeto del tema que nos ocupa.  La trayectoria de este sujeto en los últimos años será reseñada rápidamente a través del trabajo de Fabricio Vázquez (4),   relativo a la configuración de nuevos territorios en el país, para lo cual colocamos la atención en regiones específicas del oriente paraguayo. En base al cuadro de situación que posibilita este interesante estudio, pasamos luego a referir el trabajo de  Q. Riquelme (5) sobre conflictos agrarios, el que nos permite  aproximaciones a las relaciones entre dinámica territorial y expresión campesina.  Al mismo tiempo, ello nos posibilita la formulación de breves interrogantes.

1 Nuevos territorios y expulsión campesina

El estudio de Vázquez propone la identificación de nuevas regiones, o territorios, privilegiando -como lo indica- el registro de las actividades económicas, productivas y de consumo, como generadoras principales de las correspondientes dinámicas, advirtiendo que “son los actores sociales y sus prácticas, sus lógicas y estrategias económicas, los que definen las estructuras territoriales actuales (territorio ocupado) como producto de la historia particular de la implantación humana en cada zona” (6).  Las determinantes regionales utilizadas en el  estudio son la antigüedad del poblamiento, las actividades económicas más importantes y los actores sociales presentes en cada región.

1.1 Antecedentes

Como antecedentes más remotos de las recientes conformaciones regionales, se apunta  -información que obliga – la venta de tierras públicas y la consecuente creación de latifundios, acontecidas a inicios del siglo pasado,  concluida la Guerra Grande o Guerra Guazú  (1865-1870).   Es sabido  -y lo señala el autor-  que del mencionado modo grandes extensiones del territorio nacional fueron privatizadas, cediendo el Estado “… la iniciativa de administrar y usar el espacio y sus recursos a los inversionistas extranjeros, quienes ante el precio vil de las tierras, en comparación con los de los países vecinos, las adquirieron más con fines especulativos que productivos”.  A su vez, el llamado a la inmigración internacional, con las leyes de 1881 y 1885, no es analizada sólo “como una necesidad de impulsar la economía y ocupar el  territorio de la periferia”, sino que consistió en una “política de Estado que privilegió, por sobre los recursos humanos del propio país, a los agricultores europeos que fueron capaces de modernizar la actividad agropecuaria de un país devastado por la guerra” (7).  La apreciación del analista condice con el valor que la dirigencia de época brindaba al fenómeno migratorio externo, visión ciertamente de carácter regional.  El autor añade que  para la colonización extranjera “se logró convencer a muy pocos” y  un siglo más tarde, en 1970, aquella colonización agrícola había ganado en intensidad, pero no en eficiencia, en razón de que la mayoría de las colonias, localizadas en áreas periféricas, no pudieron prosperar.

Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, la población del país se asienta en torno a los pueblos-puerto, localizados especialmente sobre los ríos Paraguay y Paraná, y los pueblos-tren, siguiendo el trayecto del ferrocarril.  Es a partir de 1960 que tendrá lugar la emergencia de los pueblos-ruta,  período que se extiende hasta la actualidad.  El giro geopolítico paraguayo de las décadas de los 60 y 70 significó  -señala Vázquez-  “el paso de la influencia argentina a la brasileña e incidió fuertemente en la estructura territorial de la región Oriental al fortalecer la red vial del país”.  A la vez, “La construcción de rutas a partir de 1960 estuvo asociada con la puesta en marcha de un plan de colonización interna que intentó cumplir con varios objetivos, siendo los principales la descompresión de las tensiones sociales en las regiones minifundistas superpobladas y la integración de las zonas periféricas a la economía y sociedad nacional. En este sentido, las rutas constituyeron poderosas herramientas en la materialización de los objetivos del proceso de ocupación y activación de ciertos territorios en la región Oriental” (8).

La organización del territorio mostrará grandes variaciones en la centuria pasada.  Para 1901 el territorio nacional enseñaba gran dispersión poblacional y una red de pueblos con escasos habitantes, sin mayores vínculos entre sí, y creciente concentración demográfica en Asunción.  El Paraguay estaba organizado en tres espacios: la capital Asunción, los ochenta y seis partidos de la Región Oriental y el Chaco.  En 1906 el territorio fue dividido en doce Departamentos y luego de sucesivas disposiciones se determina la distribución actual de la Región Oriental en catorce Departamentos y la del Chaco en tres.  La mayor innovación de las últimas décadas fue en el plano político, en razón de que a partir de 1992  -con la reforma constitucional-  por primera vez los pobladores podrán elegir de manera directa a sus autoridades (9).  Vázquez cita la definición del territorio paraguayo, efectuado por geógrafos franceses en 1991:

“(…) el Paraguay aparece conformado por cuatro espacios definidos: a) la región de Asunción y su zona metropolitana, b) el “Espacio Problema” conformado por la zona rural de la región Oriental, con una problemática caracterizada por un sistema productivo extensivo y expulsión de población rural, c) el “Espacio Milagro”, representado por la franja fronteriza Este, reconvertida a la agricultura empresarial (soja, trigo, maíz), y d) el “Espacio en Reserva” constituido por el inmenso Chaco”  (10).

El análisis refiere que “La ocupación y el aprovechamiento del territorio no siguió una línea lógica ni homogénea en todas las regiones, notándose la repetición de algunas características en los procesos de territorialización, como por ejemplo la centralización institucional y poblacional sobre la ciudad de Asunción y posteriormente sobre la región Metropolitana”. Recuerda “que las actividades económicas más importantes consistían en la extracción de madera y yerba mate, continuada después con la agricultura y la ganadería practicadas de forma extensiva, sin muchas inversiones de capital o de tecnología”.  Observa asimismo que  “Las consecuencias territoriales, económicas y demográficas de ambas guerras han tardado en cicatrizar, incorporando a su vez poderosos elementos de identidad a la nación paraguaya”. Advierte ademàs que se percibe la “inexistencia de un sistema organizado de ocupación del territorio con pioneros nacionales o extranjeros, lo que resulta en una alta dependencia de las vías y medios de comunicación para cumplir tal cometido” (11).

1.2 Regiones y transformaciones territoriales

Como ya fuera expuesto, el enfoque del autor asume que las unidades de medida territoriales convencionales (áreas urbanas y rurales, ciudades, distritos, departamentos y regiones naturales) ya no son operativas para aprehender las dinámicas territoriales.  Anota que, hoy más que nunca “los límites internos y las fronteras externas son frentes que se expanden y comprimen en función de ventajas y condiciones económicas, sociales y naturales, produciendo nuevas regiones con lógicas particulares que se sitúan sobre varias unidades administrativas” (12).   Identifica siete regiones:

a. Región Agroexportadora. Comprende los actuales departamentos de Alto Paraná, Itapúa, Canindeyú y algunas zonas de los de Amabay, Caaguazú, Caazapá y San Pedro.

b. Región Ganadera del Norte. Comprende apóximadamente los departamentos de Concepción, Amambay, San Pedro y tangencialmente Canindeyú y Caaguazú.

c. Región Campesina Tradicional Arraigada. Comprende apróximadamente los departamentos de Paraguarí, Cordillera, Central y partes de Caazapá y Misiones.

d. Región Campesina en Crisis.  Departamentos actuales de San Pedro, partes de Caaguazú y Canindeyú. Corresponde al llamado “Eje Norte de Colonización” de los años sesenta, en el siglo XX.

e. Región Metropolitana. Incluye a la ciudad de Asunción y parte del departamentro Central. 
Regiones Islas. Constituída por un conjunto de regiones total o parcialmente pertenecientes a los departamentos de Ñeembucú, Caazapá y Guairá.

f. Región Occidental y Chacos.  La región natural más extensa del país -60% de la superficie territorial-.  No puede ser tratada como un área homogénea, por lo que se pluraliza de , el nombre de la misma para dar cuenta de su diversidad y complejidad.

A los efectos de nuestro trabajo vamos a concentrar la reseña que efectuamos, en las regiones definidas como “Campesina Tradicional Arraigada”, “Agroexportadora” y “Campesina en Crisis”, construidas en el oriente del territorio paraguayo. La primera de las regiones mencionadas incluye a zonas de antiguo poblamiento, la segunda fue objeto de la política pública de colonización de las décadas del 60 y 70, conocida como “Marcha hacia el Este” (13),  en tanto que la tercera corresponde al “Eje Norte de Colonización”, de los sesenta, región cuya ocupación y valorización es entendida  por Vázquez  como “apéndice” de la “Marcha hacia el Este”.

En este sub-conjunto de regiones es la “Agroexportadora” la que puede ser observada como el parteaguas de las transformaciones más recientes del campesinado paraguayo, no sólo por lo que implica su configuración en términos de la modificación de la estructura de la tenencia de la tierra y la modernización de los cultivos, como se explica en el estudio, sino por la expansión sobre las otras regiones que el sistema conlleva.  

El milagro del Este

En  la  Región Agroexportadora,  fronteriza al Este,  la  agricultura  fue  la  actividad  estratégica -refiere el autor- para incorporarla a la economía nacional dentro de una lógica de descompresión demográfica de los departamentos de Central, Cordillera y Paraguari.  En este proceso, denominado como fuera dicho “Marcha hacia el Este”, que pretendía implantar colonias campesinas, ocupando y controlando el territorio, se produce muy pronto un fenómeno “que frenó, alteró e hizo retroceder a la población campesina movilizada en este emprendimiento”.  Esto es, “con sentido  de orientación contraria, colonos brasileños comenzaron a adquirir tierras e instalar sistemas productivos agrícolas suficientemente  eficientes en territorio paraguayo, expandiéndose progresivamente hacia el interior de las fronteras a expensas de los colonos paraguayos” (14).

Los cambios que se suceden en éste territorio regional se traducen en la transformación de la estructura de la población rural. Dado que el nuevo espacio productivo, mayormente mecanizado, requiere menos mano de obra,  la agricultura familiar de subsistencia irá siendo sustituida progresivamente por la agricultura empresarial de mercado, proceso que se manifiesta con mayor intensidad en las últimas décadas. La “Marcha hacia el Oeste”, representada por lo que Vázquez analiza como migración deliberada de agricultores brasileños,  produce el encuentro de dos frentes pioneros campesinos “con habilidades y conocimientos diferentes que determinaron el éxito económico de unos y el abandono progresivo de otros”. “Los colonos brasileños pueden ser considerados pioneros ‘profesionales’ debido a su amplia experiencia en la habilitación de tierras agrícolas en el estado brasileño de Paraná, que presentaba las mismas condiciones ecológicas que el actual departamento de Alto Paraná en el Paraguay. Por su parte, los campesinos nativos, acostumbrados a la producción agrícola de subsistencia, se encontraron con un escenario natural diferente al de sus zonas de origen. Ni la fertilidad del suelo ni el apoyo estatal, escaso e ineficiente, pudieron implantar en forma duradera a los mismos, mientras paralelamente se desarrollaba un mercado muy dinámico de especulación y venta de tierras que conspiraba contra la instalación de las colonias de campesinos paraguayos provenientes del área central minifundista y empobrecido” (15).

A inicios de los 90 se asistirá en la región a la expansión progresiva del monocultivo de la soja, con fuerte preponderancia de agricultores y empresarios brasileños.  “El proceso de adquisición de nuevas tierras para el cultivo de soja reconvierte no solamente el uso del suelo sino que, además y quizás más importante que eso, ‘brasileriza’ el territorio con nuevos usos, significaciones, infraestructuras y funcionamientos culturales que, como resultado natural de la reproducción social y territorial, convierte a la región agro exportadora en un dispositivo productivo sojero brasileño en territorio paraguayo (…)  Al analizar el sistema de la soja en esta región, su funcionamiento, sus mercados,  sus actores y sus beneficios, se observa que el territorio se encuentra ocupado, activado y producido por actores socioeconómicos extranjeros, quienes reproducen el sistema expansivo de la agricultura comercial sobre antiguos territorios campesinos”.

El estudio expone que una parte de los agricultores, en su mayoría campesinos -pequeños productores- vende sus tierras y migra a zonas urbanas.  Se constata la existencia de procesos migratorios del tipo “desplazamientos”,  no “originados en la toma de decisiones individuales voluntarias y relacionadas con mejores oportunidades de vida, sino resultado de presiones directas ejercidas por el modelo de la agricultura de exportación”  Ante la ausencia de un mercado de tierras dinámico y de nuevas fronteras agrícolas, los agricultores paraguayos desplazados optan por la modernización de la ciudad (16).
 
Un estudio de M. Riquelme indica que los migrantes brasileños constituyen una comunidad heterógena, que presenta diferenciaciones de carácter étnico, socio-económico y cultural.  Señala la presencia de dos grupos claramenete diferenciados, lo inmmigrantes pobres, provenientes principalmente del Nordeste y Norte del Brasil -aunque también de origen europeo del sur de Brasil-, y los pequeños, medianos agricultores y empresarios agrícolas, oriundos de Paraná, Río Grande do Sul y Santa Catarina, abrumadoramnte de origen europeo.  Estos, “que trajeron capital  e implementos agrícolas fueron muy favorecidos por el régimen de Stroessner y lograron ascender muy rápidamente en la estructura de clase que se estaba conformando en la nueva sociedad rural de la frontera”.  M. Riquelme afirma, de acuerdo a la revisión bibliográfica efectuada, como a entrevistas con actores clave, que el proceso de migración brasileña lleva más de cuatro décadas, a partir de 1960.  Las oleadas más intensas se registraron entre 1970 y mediados de 1980. En esa época algunos contingentes de migrantes pobres regresaban ya al Brasil, mientras que otros con mayores recursos siguieron llegando, pero ya en menor flujo. Agrega  que “Desde finales de 1990 aproximadamente,  los colonos prósperos ya asentados en el Paraguay empezaron a adquirir nuevas propiedades en zonas diferentes a las de su asentamiento original. Conformaron así nuevos latifundios -frecuentemente a expensas de los pobladores paraguayos- en departamentos cada vez más alejados de la frontera con el Brasil”. (Riquelme, M., 2005: 55,56,61) 

La investigación de Albuquerque sobre campesinos y brasiguayos en la frontera este del país,  analiza las tensiones creadas entre migrantes y  pobladores locales:

“(…) se construyen términos de estigmatización y contra-estigmatización entre brasileños y paraguayos en este campo de disputa simbólica. Hay paraguayos que clasifican a los brasileños de “imperialistas”, invasores”, intrusos”, “narcotraficantes”, nuevos bandeirantes”, “neocolonizadores”, “rapái” etc. y se autodefinen como “paraguayos de pura cepa” o “paraguayos legítimos”. Los brasileños califican a los paraguayos de “haraganes”, “bugres”, “falsificadores”, “corruptos”, “coimeros”, “sucios”, “chi rus” etc. y se suelen definir como “progresistas”, “limpios”, “civilizados” y “trabajadores” (17).

Respecto del rol de la región en el país, no son alentadoras las conclusiones de Vázquez.  Releva por un lado que desde la década de 1990  le ha correspondido el papel principal de  productor de energía eléctrica -relativo a la hidroeléctrica binacional Itaipú-, asociado a la creciente producción agrícola  y al comercio fronterizo.  Afirma, por otra parte,  que sin la generación de desarrollo local, ni regional, siendo sus actores principales extranjeros y generando expulsión campesina, puede concluirse que “el dinamismo productivo y comercial  no hace más que desarticular a la región del sistema territorial paraguayo, que cuenta así en la región Este con un implante productivo extranjero que drena la riqueza canalizándola hacia su país de origen” (18).

La región en crisis o el proceso de cambio de estructuras productivas

En el territorio configurado como  Región Campesina en Crisis,  primó desde antiguo la producción ganadera, instalándose con fuerza la producción agrícola a partir de los sesenta con la ejecución, ya citada,  de acciones correspondientes a la iniciativa “Eje Norte de Colonización”.  La región registra – expone el estudio – debilidad endémica del sistema campesino, lo que tienen orígenes en el modelo de implantación territorial del mismo, proceso a cargo del Estado en las décadas de los 70, 80 y principios de los 90.  El programa público mencionado se redujo a la distribución de tierras, implementos agrícolas y semillas, “sin ofrecer un sistema eficiente de capacitación y apoyo a la producción campesina y menos aun de búsqueda de mercados para la producción local. Carentes de estos elementos, los ocupantes de las colonias sobrevivían al abandono estatal o vendían sus parcelas procurando acceder a nuevas tierras en el mismo departamento”.  El autor refiere que prácticas agroecológicas ineficientes, con la erosión de suelo a mediano plazo,  y mala,  o escasa, infraestructura y servicios básicos,  son factores explicativos del  débil arraigo y de la ausencia de éxito productivo, con el cuadro final de “aislamiento y empobrecimiento”. Se apunta, sin embargo,  que años después una diversidad de proyectos de desarrollo impulsados por el estado y la cooperación internacional, orientados al manejo racional de los recursos naturales y a la implantación de unidades productivas sustentables, “generaron y fortalecieron comunidades campesinas frágiles pero que lograron posteriormente un arraigo exitoso y, una década más tarde, la inserción de las mismas a la economía nacional y regional mediante la exportación de rubros no tradicionales” (19).

Tal proceso pasa luego a reconfigurarse en razón de profundas transformaciones de la estructura territorial, como también en el uso de su espacio productivo. El trabajo anota que las mutaciones más importantes se manifiestan a través del avance en este territorio de la región agroexportadora, proveniente de los departamentos de Canindeyú y Caaguazú, “modificando . no solamente el paisaje agrícola, sino también creando nuevos centros urbanos que se sitúan en los límites posteriores de la región y no en la retaguardia como en la regióin agroexportadora”.  Se asiste también en éste ámbito a la expansión del cultivo de la soja (porción este del departamento de San Pedro) avance que acontece mediante la venta a los agricultores empresariales, en su mayoría de origen brasileño, de las tierras de los campesinos y estancieros instalados anteriormente en la zona”.  Vázquez refiere que  los campesinos exitosos de la región son aquellos productores de banana, piña, tabaco, algodón y sésamo, rubros que los inserta en los mercados locales, regionales e internacionales.  Advierte la presencia de experiencias asociativas  relacionadas a la mejora de la actividad productiva, estableciendo el supuesto de que éstas “sean la consecuencia del aislamiento y la imposibilidad de contar con infraestructura y servicios facilitados por el Estado, en el sentido de complementar el esquema de la producción de autoconsumo con la producción destinada a los mercados”. Destaca así la existencia de condiciones para la producción y el autoabastecimiento en  las familias campesinas de la región. 

Se observa a la vez que la fuerte campesinización  de la región, producida en las últimas décadas del siglo XX,  se acompaña de serios problemas en el acceso a la tierra, debilidad productiva y crisis de identidad y arraigo, escenario donde las mutaciones actuales acentúan tal problemática.  La crisis que antaño anclara en la deficiente producción agrícola y crecientes niveles de pobreza, con desplazamientos migratorios constantes, es ahora inyectada por la expansión de la región agro-exportadora “que se realiza mediante la pérdida de espacio productivo y de vida campesina”, a lo que se suma “la instalación de cultivos ilegales, como la marihuana” (20).

El trabajo asigna varias caras al rol de esta región en el territorio.  Un de ellas refiere al desafío que representa para el desarrollo nacional, en razón de los altos índices de pobreza y el bajo nivel de inversión social, frente al de otras zonas privilegiadas.  Otra de las caras alude a la tensión generada por la presión de diversas influencias económicas como la ganadería del Norte y el avance agro-exportador, que amenzan la supervivencia de los grupos campesinos, los que se resisten a su incorporación de lleno a la economía de mercado, entendiéndola como alienante.  A la vez, se menciona el rol-señal de alerta histórica, respecto de la inequidad en el acceso a la tierra y la producción de pobreza. alienante (21). 

Antiguo poblamiento y arraigo campesino

 La Región Campesina Tradicional Arraigada, es la que ha representado -refiere Vázquez- desde los tiempos de la colonia el territorio proveedor de productos agrícolas. Se sitúa actualmente en un radio de aproximadamente 80 kilómetros de Asunción. Esta región se configura con la combinación de la agricultura,  principal actividad, y la ganadería extensiva, las que se destinan principalmente al autoconsumo.  Actores socioeconómico centrales del territorio son el campesinado y las comunidades urbanas.

El arraigo, que define a la región, encuentra explicaciones en la forma en que los actores ocupan el espacio, utilizan los recursos naturales y, particularmente, en la estabilidad territorial. Para  las  actividades  agrícolas,  predominantes  en  la  región  salvo  en  Paraguari y Misiones -mayormente ganadera-, se utiliza exclusivamente la fuerza laboral de la familia,  observándose también experiencias de trabajo conjunto, extra familiar, entre grupos de agricultores. Se expresa en el trabajo que “En forma inversa a los agricultores de la región agro exportadora, que son agricultores sin cultura tradicional campesina, la reproducción social y cultural aparece como el objetivo principal de estos actores y no así la rentabilidad económica producida por la actividad agrícola”.  Los cultivos principales son mandioca, maíz, maní, caña de azúcar y algodón.  El campesinado de esta región exhibe baja capacidad financiera, lo que, a juicio del autor, pasaría a dificultar la introducción de mejoras y tecnologías “que permitan optimizar el proceso productivo y la industrialización de la materia prima”.  Esto se traduce en una dependencia de las políticas agrícolas estatales, particularmente en el algodón, rubro de renta  (22). 

En éste territorio Vázquez identifica un apéndice la Región Ganadera del Norte, a la que denomina “Sub-región ganadera del sur”, la que comprende -como ya citado-  las zonas ganaderas de los departamentos de Paraguari y de Misiones. Se presenta aquí un sistema económico regional  “donde los componentes culturales juegan un rol fundamental en la reproducción del sistema “, lo que es perceptible en la forma como se organiza la producción y transformación y venta de bienes, especialmente en la cría de ovejas.  Las familias campesinas, que recrean el sistema, tienen como actividad clave la cría de animales bovinos y ovinos, fundamentalmente, lo que se destina tanto a la venta como al autoconsumo. Esta sub-región ha iniciado “una serie de cambios sensibles al uso de los suelos por su contacto con la región agroexportadora que se expande lentamente a expensas de sus campos ganaderos que son alquilados a empresarios del sector agrícola, en su mayoría brasileños”. 

Por otra parte, se destaca en el trabajo la alta presión que existe sobre las parcelas agrícolas y pecuarias de las familias campesinas, “cuyo crecimiento y expansión familiar no son acompañados de crecimiento territorial, teniendo como resultado la división de la finca familiar en múltiples parcelas distribuidas entre los hermanos varones, mientras las hijas mujeres acostumbran abandonar la casa familiar e instalarse en la vivienda o parcela conyugal, donde se vive un proceso similar, con lo cual el minifundismo se incrementa” (23).

El estudio abunda en diversas características de la dinámica actual del territorio, incluyendo el análisis de la población urbana.  De este desarrollo se define el rol territorial, consistente en “alimentar a la región metropolitana de bienes de consumo, especialmente agropecuarios”.  Igualmente se relevan los componentes culturales identitario  que posee la región, dado su carácter de territorio con poblamiento más antiguo.  Como rasgos en proceso se indican las “primeras manifestaciones de una transformación debido a presiones ejercidas en la misma por la región agroexportadora, necesitada de nuevos espacios  para sus actividades productivas”, al igual que la presión demográfica y territorial  “que ejerce el área metropolitana , vecina (…) en su expansión  (…) a través de los tres ejes viales que conectan la capital con Salto del Guairá, Ciudad del Este y Encarnación y que imponen nuevos usos que desgatan y comprimen su territorio” (24).

1.3 Las tendencias recurrentes

El trabajo que venimos reseñando formula, luego de la exposición sobre los procesos de configuración de los nuevos territorios, las tendencias de los modelos de desarrollo de las regiones.  Nos limitamos a señalar las que corresponden al tipo de modelo que el autor conceptualiza como “expansión y contracción espontánea”, el que supone el despliegue territorial sobre una presencia e implicación mínima del Estado, donde “son los actores socioeconómicos más poderosos en términos financieros y políticos, los que imprimen sus lógicas al espacio en la búsqueda de niveles crecientes de rentabilidad productiva, haciendo primar el interés particular sobre el colectivo” (25).  En este esquema analítico  pasamos a observar los lineamientos más estrictamente referidos al campesinado paraguayo

Realizado el ejercicio, es altamente significativa la recurrencia de las tendencias para el campesinado, en las tres regiones cuyo perfil expusimos,  siguiendo el estudio de Vázquez (26).

casaccia-cuadro-1

Si a este cuadro añadimos las tendencias de las otras regiones con población rural, cuyo perfil no hemos referido, pasamos a observar la recurrencia de los lineamientos referidos al campesinado: 

casaccia-cuadro-2

Observamos así respecto de la trayectoria y distribución del campesinado paraguayo  que los procesos de colonización acontecidos desde los años sesenta no lograron en la Región Agroexportadora el arraigo sostenido de las familias campesinas y se muestran de alta  fragilidad en la Región Campesina en Crisis, en tanto la estabilidad y reprodución del sistema campesino asentado en la región de antiguo poblamiento, Región Campesina Tradicional Arraigada, registra la existencia de presiones para su transformación . Las tendencias recurrentes en estos nuevos territorios, al igual que en las otras regiones (Islas y Ganadera del Norte) constituyen la expansión del sistema agroexportador –basado mayoritariamente en el monocultivo- y la expulsión campesina.  

De acuerdo al estudio, de no mediar  un rol  organizador  y dinamizador del Estado, para la implementación  de políticas públicas orientadas a generar reequilibrio territorial,  seguirá su curso, entre otras, la indicendia del actual proceso socioeconómico que denomina “Transformación forzada y agresiva del modelo productivo e integración regional”.  Esto nos lleva a una rápida señalización de algunos de los factores que aportan explicaciones a la situación del campesinado paraguayo en los últimos años. Respecto de la incidencia mecionada,  se subrayan los procesos de expansión de la frontera agrícola empresarial y mecanizada –orientación Este/Oeste en el territorio de la Región Oriental- relacionado estrechamente con el retroceso del sistema productivo campesino.  La consecuencia territorial de esta transformación  “es la reconversión productiva que implica nuevos usos de la tierra,  nuevas tecnologías y nuevas presiones sobre el ambiente, propias de la expansión del sistema agro exportador sobre el espacio campesino”.  Las consecuencias socioecomómicas “se observan en las zonas urbanas donde los campesinos desplazados se reterritorializan con nuevas actividades productivas que se caracterizan por la fragilidad y la informalidad”.  Los procesos  de degradación de la calidad de los recursos naturales -fruto de la expansión de la frontera agrícola del sistema agroexportador-  que reducen la capcidad productiva natural, especialmente de los mejores suelos, y provocan la expulsión de familias campesinas resulta en “la implantación y expansión de un modelo agrícola sin agricultores” (27).

2 Expresiones diferenciadas 

El estudio de Q. Riquelme sobre conflictos agrarios y movimientos campesino en el país en torno a la demanda de tierra (28),  nos permite formular algunas reflexiones sobre las expresiones del sujeto de este trabajo, sujeto estructurado y estructurante de los procesos de transformación que han sido referidos previamente.  El citado trabajo tiene como propósito la caracterización de conflictos de tierra en dos departamentos del país, ubicados en contextos regionales distintos y la comparación de ambos para la identificación de las respectivas similitudes y diferencias.  Estos son los departamentos de Caaguazú y Misiones.  El primero de ellos corresponde a las regiones Agroexportadora  y Campesina en Crisis, previamente reseñadas, y se inscribe también en la Region Ganadera del Norte.  El departamento de Misiones está integrado a la  región configurada como Campesina Tradicional Arraigada.  En la misma línea, si bien con un abordaje más localizado, en términos de la distribución administrativa del territorio, el autor comprende al departamento de Caaguazú  como territorio de la región de colonización y al de Misiones como parte de la región de economía campesina tradicional.

Para el análisis de la intensidad de los conflictos de tierra –que tiene como protagonistas a los campesinos sin tierra-  y la modalidad que estos asumen, en el período 1989-1999, Riquelme parte del supuesto de que éstos se relacionan con los respectivos contextos regionales (29). Agrega, no obstante, que una de las motivaciones principales de la investigación es la diferenciación observada, en uno y otro contexto, en el grado de conflictividad por la tenencia de la tierra,  “aún existiendo factores condicionantes de mucho peso que deberían inducir a una reacción colectiva de los actores afectados”.  Constata que, “Sin embargo, dicha reacción no se ha dado, o se ha dado en una proporción que no corresponde al nivel de carencia o necesidad observado en este aspecto”.

El estudio que estamos tratando es amplio, profuso e interesante en diversos datos y detalle de  procesos.  Al  objeto de nuestra exposición interesa solamente abocarnos a  la  mención de los resultados que la investigación arroja, provenientes de las comparaciones efectuadas entre la expresión de los campesinos sin tierra de uno y otro departamento. 

En  el análisis del período denominado de apertura democrática, que se inicia en  1989, el trabajo refiere el registro de unos 434 casos de conflictos de tierra, en el lapso de diez años   Los tres primeros años de la transición fueron de mayor intensidad con 87 casos en 1989, 50 casos en 1990 y 44 en 1991.  El tiempo posterior presenta un promedio anual de 30.5 casos por año.  En la decada en estudio, en los departamentos de Caaguazú y Misiones se registraron 70 conflictos de tierra, de los cuales 60 fueron en Caaguazú y 10 en Misiones.

El siguiente cuadro, que elaboramos esquemáticamente sobre el citado trabajo, enseña la caracterización  de los departamentos estudiados, en base a un grupo de variables utilizadas para el análisis comparativo:

casaccia-cuadro-3

Indica el autor:  “En general, se puede apreciar que el departamento de Misiones en casi todas las variables analizadas ocupa una posición relativa inferior comparado con Caaguazú, lo cual explica su lento proceso de cambios en todos los aspectos y específicamente en lo que respecta a la redistribución de la tierra”.   Y aprecia también, sobre el análisis de los conflictos de tierra  “Sin embargo,  Misiones es el departamento con menor índice de conflictos de tierra. La lucha por la tierra en este departamento se ha iniciado tímidamente en 1989 con algunos reclamos específicos y movilizaciones esporádicas. Recién a fines de 1991 comenzaron las primeras ocupaciones, contrariamente a lo ocurrido en otros departamentos, como el de Caaguazú, en el que la ocupación de la tierra fue y sigue siendo una constante desde mucho antes de la caída de la dictadura. Indudablemente las características regionales de orden socioeconómico, político y cultural tuvieron mucho que ver para el avance o retroceso de las reacciones colectivas”.

2.1 Los factores explicativos 

De acuerdo al análisis de Riquelme,  el bajo perfil que se observa en Misiones con relación a la tenencia de la tierra, de alta concentración, o el bajo nivel de las actividades productivas, que estaría repercutiendo  – apunta-  en una alta inseguridad alimentaria, “induciría a pensar que dichas condiciones deberían haber sido motivos suficientes para generar una sistemática y agresiva campaña de movilización y búsqueda de superación de la gran inequidad existente (…)”.   El  trabajo  ha   indicado   lo   contrario,   lo   que  pasa  a  confirmar  -manifiesta-  lo señalado por estudios efectuados previamente respecto de la menor intensidad de conflictos “en aquellos contextos donde predomina un agricultura tradicional enmarcada dentro de la relación minifundio-latifundio. (CIPAE, CPES, 1995)”.  

Los factores epxlicativos que sugiere Riquelme son, gruesamente, tres.  El primero trata del nivel organizativo campesino, registrándose la dura represión que sufriera el campesinado de Misiones, en los setenta, en su experiencia de las Ligas Agrarias, lo que aportaría a la comprensión de dificultades para la organización.  El segundo factor indicado es el de la dependencia  de la relación entre el peón y el patrón, existente en Misiones para el caso de los trabajadores de los establecimientos ganaderos, relación que pasa a establecerse como parentesco artificial – en palabras de Hobsbawn-, producto del compadrazgo de tipo político, dependencia que también puede relacionarse con los vínculos que se establecen con la Iglesia, y en algunos casos con las ONGs.  Refiere que esta situación no se presenta en Caaguazú, excepto las establecidas en el campo político partidario.  Agrega que Caaguazú es uno de los departamentos con gran desarrollo organizativo. Del análisis de los conflictos que allí se suscitaran se concluye, entre otros puntos, que un alto porcentaje de los que obtuvieron resoluciones favorables registran el acompañamiento de otros actores sociales, dentro de las estrategias  manejadas por las organizaciones.   

El tercer factor explicativo  refiere a la percepción campesina en relación a la tierra.  Esta dimensión,  de tipo cultural, presenta variaciones en los casos estudiados.  Para los campesinos de Misiones “(…), o por lo menos para algunos de los que fueron entrevistados, la tierra es aún percibida con un fuerte contenido ético/religioso, es la madre que debe dar sustento a todos, y por lo tanto la apropiación por parte de un grupo reducido es contrario al derecho natural de las personas a disfrutar de un bien que es patrimonio de todos”.  Los campesinos de Caaguazú, advierte Riquelme, tienen una percepción un tanto diferente, “la tierra es percibida como medio de producción que permite al campesino sobrevivir”.  Registra las palabras de un campesino de la zona:

“(…) para el campesino la tierra es una fuente de vida, porque de allí se obtiene para que los compañeros puedan sobrevivir, la educación de los hijos, la salud, la vestimenta, depende completamente de la tierra. Realmente uno de los grandes problemas que tiene el campesinado es la tierra, la única profesión que tienen los compañeros es el trabajo por la tierra. Digamos que el 99% del campesinado no tiene otra profesión porque no tuvo ni tienen la posibilidad de estudiar otra profesión y por eso el trabajo por la tierra constituye una fuente de vida, porque de allí debe obtener el sustento de la familia y por eso para nosotros  es de mucha importancia (Vázquez, 2001)”.

3 Consideraciones finales

Tanto el estudio de Vázquez, como el de Q. Riquelme, con abordajes, alcances y pretensiones diferenciadas, dan cuenta de las transformaciones más recientes del campesinado paraguayo, constatándose, como  también lo exponen diversas investigaciones, el incremento del  proceso de expulsión de la población campesina en diversas regiones del país, el fortalecimiento del modelo producción agroexportador basado en el monocultivo, la permanencia del fenómeno de minifundización y, entre otros componentes, los requeremientos de políticas que puedan brindar arraigo y sustentabilidad a los emprendimientos de este amplio sector poblacional.  Ahora bien, consideramos novedoso, y valioso,  el enfoque adoptado por Vázquez ya que permite  la mirada amplia sobre el conjunto territorial, dando cuenta de las grandes transfiguraciones,  permitiendo asimismo la observación de dinámicas regionales y subregionales, con sus tendencias y desafíos más particulares.  El trabajo de Q. Riquelme ingresa de modo más aproximado a los protagonistas del mundo campesino, cercanía que nos genera interrogantes respecto de sus expresiones difrerenciadas.  A criterio nuestro, este tipo de aportes invita a profundizar la dimensión cultural del mundo campesino, en la línea que el autor señala como percepciones de  los  mismos.  

Vemos oportuno citar aquí las precisiones de Murillo y Fuentes (30),  cuando afirman que los campesinos no son nuestros contemporáneos primitivos, ni en la escala evolutiva de Morgan ni en la sucesión de modos de producción del materialismo histórico de Engels, sino grupos, conglomerados, humanos históricos que han venido transformándose y transformando sus relaciones de producción, para reformular los términos de su coexistencia e interacción con los espacios urbanos industriales.  La estrategia campesina puede desplazarse “para enfrentar y/o asimilar a la modernidad, o bien puede ser el punto de partida para la reconstrucción o refundación de viejas y nuevas tradiciones culturales”. El artículo de los autores busca así llamar la atención sobre los procesos socioculturales específicos de estos grupos.   A la vez, Giménez (31) releva la relaciones entre cultura y territorio, inidcando tres dimensiones: el territorio como “espacio de inscripción” de la cultura, una de sus formas de objetivación, la “geografía cultural”; la segunda dimensión alude al territorio como marco, o área de distribución de instituciones y prácticas culturales espacialmente localizadas, relativo a la “cultura etnográfica”; y, por último, anota al territorio que es apropiado  subjetivamente como objeto de representación y de apego afectivo, como símbolo de pertenencia socioterritorial, se trata de la “geografía de la percepción”.

Consideramos que reflexiones en estas lineas ayudan a la formulación de preguntas que puden enriquecer las interpretaciones y comprensión sobre las expresiones del sujeto, en este caso el campesinado.  Por  ejemplo, ¿Cuáles podrían ser otros factores explicativos de las expresiones diferenciadas del campesino de Misiones, sujeto de una región tradicional y de antiguo arraigo?, ¿La  permanencia de la doble condición, de producción y subsistencia, de la unidad doméstica campesina en la región tradicional, no es un dato vinculado a la baja conflicitividad, en términos comparativos?, ¿Los parámetros de la precaria e incierta modernidad del campesinado de las áreas de colonización fallida, como son entendidos por éste, y cual el lugar pretendido?. ¿Qué implica la descomposición campesina para los sujetos de este proceso y como diseñan y tejen estas transformaciones?, ¿Cuál es -finalmente- el grado de participación del sujeto campesino en las políticas que se diseñan para su bienestar,  y que expectativas enseña?.  Si  por un lado el diagnóstico y las  tendencias no se muestran  favorables, advertimos, por otro lado,  que a los esfuerzos de reorientación no dañan, por el contrario, nuevas preguntas y el conocimiento creciente de las nuevas respuestas y expresiones de los sujetos hoy mayoritariamente marginales en el mundo agrario del país.    

Por último, Renshaw (32) observa la importancia de relevar en este tipo de análisis el ambiente físico, observando  así en el caso de la Región Campesina Tradicional Arraigada un paisaje de grandes extensiones de campos naturales, no aptos para cultivos, y también áreas más elevadas, de suelos arenosos -en muchos casos empobrecidos-, pero aptos para la agricultura. Este es un elemento que podría aportar a la explicación de la menor conflictividad en la cuestión de la tierra.  Riquelme indica, precisamente en esta línea, que las tierras de Misiones son en un alto porcentaje suelo apto para la agricultura  con desarrollo agrícola, sobre todo comercial, más reciente.  A su vez, el suelo del Departamento de Caaguazú es fundamentalmente agrícola, con un desarrollo reciente de la ganadería, distinción ésta que explicaría en parte las diferencias en la lucha por la tierra entre uno y otro Departamento.   Añade asimismo Renshaw que discusiones de la sociedad campesina deben disntinguir entre las comunidades tradicionales (con densas redes de parentesco, compadrazgo, valores religiosos compartidos, etc) y aquella sociedad campesina de las colonizaciones del Instituto de Bienstar Rural, en general con población heterogénea, con características determinadas como la localizaciòn particular de las viviendas ( a 100 mts. una de otra) y sin la presencia de los lazos tradicionales contenidos en las primeras citadas.   

   
Notas

1. Para la década del 70 la población urbana de los países de la región (Bolivia, Chile, Brasil, Argentina y Uruguay) oscilaba entre 4.17% y el 83.3%, en tanto que el porcentual de Paraguay era del 37.1%.   Para el año 2000 el porcentaje de estos países oscilará entre el 86.9% y el 90.5%  sobre el total de la población, en tanto Paraguay registrará el 56.7% de población urbana. CELADE, 2002; CEPAL/ECLAC, 2003; DGEEC, 2002, Cit. en Casaccia G, (2003) Déficit de empleo en Paraguay, Asunción, pp. 32, 58.

2. De acuerdo a la definición de la DGEEEC (2002), Área Urbana refiere a las cabeceras de distritos oficiales, definidas conforme a leyes administrativas, y presentan forma amanzanada, sin tener ninguna otra consideración especial. Área rural  se considera  al territorio situado fuera de las cabeceras distritales.

3. Cit. en Vázquez, F. (2006) Territorio y Población: nuevas dinámicas regionales en el Paraguay. Edit. ADEPO, UNFPA, GTZ. Asunción, p. 15

4. Vázquez, F. Op. Cit.

5.  Riquelme, Q (2003) Los sin tierra en Paraguay.  Conflictos agrarios y movimiento campesino. Septiembre. ISBN: 950-9231-90-8.

6.  Vázquez, F. Op. Cit., pp., 13-14.

7.  Ibid.,  pp., 23, 26.

8.  Vázquez, F. Op. Cit., pp., 35-36.

9.  Ibid., pp. 38, 44

10.  Brunet, R (Dir.) Bataillon, C; Theriy, H, Deler, J. 1991. Géographie Universelle – Tome 2; L’Amérique latine, Belin-Reclus, Paris. 480 p. Cit. en Vázquez, F., Op. Cit., p. 46.

11.  Vázquez, F. Op. Cit., p., 47.

12.  Ibid., p. 51.

13. Señala Rivarola que le cupo al Estado activa participación en el proceso de desplazamiento hacia el Este a través de diversas políticas, básicamente con tres mecanismos, “la sostenida ampliación de la red vial intra e inter-regional, la aplicación dirigida a los privilegios que acuerda la ley de inversiones y la colonización”. Rivarola, D. (1982) Estado, modernización agrícola y diferenciación campesina en el Paraguay, Cit. en Rivarola, D. (comp.) Estado, campesinos y modernización agrícola. Edit. CPES, Asunción, p. 66.

M. Riquelme indica que casi paralelamente a ésta Marcha “el Gobierno paraguayo modificó el Estatuto Agrario, levantando la prohibición –establecida en el Estatuto de 1940– de vender tierras a extranjeros en las zonas fronterizas. Con esto, se despejó el camino para la venta de las tierras más fértiles del país, a brasileños y corporaciones transnacionales.  Recién en 2002, por Ley 1963, se restableció la ciudadanía paraguaya como requisito para la adjudicación de tierras por parte del IBR (Art. 16, beneficiarios de la ley)”. Cit. En Riquelme, M (2005)  Notas para el estudio de las causas y efectos de las migraciones brasileñas en el Paraguay, en Fogel, R.; Riquelme, M. (comp.) Enclave sojero. Merma de soberanía y pobreza. Edit. CERI, Asunción, p. 136.
14. Vázquez, Ibid., p. 53.

15. Ibid., p. 53.

16. Ibid., p. 55, 56, 61

17. Albuquerque, José L. C. (2005) Campesinos paraguayos y “brasiguayos” en la frontera este del Paraguay, en Fogel, R.; Riquelme, M. (comp.) Enclave sojero. Merma de soberanía y pobreza. Edit. CERI, Asunción, p. 171.
18. Vázquez, F., Op. Cit., p. 64.

19. Ibid., pp. 93-94.

20. Ibid., pp. 95-96.

21. Ibid., pp. 100-101.

22. Ibid., pp. 80-82.

23. Ibid., pp. 82-84.

24. Ibid., pp. 91-92

25. Ibid., p. 179.

26. Ibid., pp. 180-184.

27. Ibid., p. 176.

28. Riquelme, Q. (2003), Op. Cit.

29.  El sector campesino sin tierra que se analiza, es definido como  “un grupo social carente de parcela propia donde levantar su vivienda y desarrollar sus actividades productivas”  y  alude  “…a una persona, lo que implica que dentro de una misma familia [campesina] pude haber más de uno/a”.  El término conflicto de tierra  es  utilizado   “…en un sentido amplio, e incluye desde la solicitud de desafectación de una parcela iniciada por una comisión vecinal por la vía legal, la legalización de una ocupación ya existente o de hecho, y la ocupación misma con todas sus consecuencias, desalojos, detenciones, destrucción de viviendas, cultivos, asesinatos, etcétera. En otros términos, el conflicto es una confrontación entre dos o más actores y su grado de intensidad varía dependiendo de las características que va asumiendo”.

30. Murillo, Ma. Elena; Fuentes Jesús. Determinación de la cultura social del campesino a través de técnicas psicosociales.

31.  Giménez, G. (1996). Op. Cit. pp.14-15.

32. Renshaw, John. Cátedra de Antropología Rural. Maestría en Antropología Social. Universidad Católica, Asunción.

Bibliografía

Albuquerque, José L. C. (2005) Campesinos paraguayos y “brasiguayos” en la frontera este del Paraguay, en Fogel, R.; Riquelme, M. (comp.) Enclave sojero. Merma de soberanía y pobreza. Edit. Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios-CERI, Asunción, p. 149-182.
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Casaccia, Gladys. (2003) Déficit de empleo en Paraguay.  Acumulados retos para una mayor eficiencia social, Edit. Konrad Adenauer-Promur Ges, Asunción, 104 p.

Giménez, Gilberto. (1996) Territorio y Cultura, en Revista Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, diciembre, año/vol. II. Número 4. México, p. 10
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/316/31600402.pdf

Murillo, Ma. Elena; Fuentes Jesús. Determinación de la cultura social del campesino a través de técnicas psicosociales. UAAAN, México.
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Riquelme, Marcial (2005) Notas para el estudio de las causas y efectos de las migraciones brasileñas en el Paraguay, en Fogel, R.; Riquelme, M. (comp.) Enclave sojero. Merma de soberanía y pobreza. Edit. Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios – CERI, Asunción, pp. 113-148.    http://168.96.200.17/ar/libros/paraguay/ceri/fogel2.doc

Riquelme, Quintín. (2003) Los sin tierra en Paraguay. Conflictos agrarios y movimiento campesino. Septiembre. ISBN: 950-9231-90-8.
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Rivarola, Domingo. (1982) Estado, modernización agrícola y diferenciación campesina en el Paraguay, en Rivarola, D. (comp.) Estado, campesinos y modernización agrícola. Edit. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos-CPES, Asunción, pp. 21-96.

Vázquez, Fabricio. (2006) Territorio y Población: nuevas dinámicas regionales en el Paraguay. Edit. ADEPO, UNFPA, GTZ. Asunción, 199 p.



1 Responses to “Transformaciones del campesinado paraguayo: similares carencias, distintas respuestas”

  1. 1 Julio Viana

    Estimada: soy antropólogo social uruguayo, me interesa el tema del mundo rural con el cual tengo familiaridad. Me interesaría entrar en contactos con investigaciones sobre el tema , desde lo antropológico , que puedas conocer y compartir. Por estas tierras es extrañamente un tema todavía muy marginal a los intereses de la academia, por supuesto severamente capitalina y urbana. Un gusto conocerte. Gracias si puedes orientarme de algún modo. Saludos y adelante con tu página. Por experiencia personal se cuanto afán uno pone en ella .Julio


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